(Foto: Fernando Ruso/ RBB)
Jon Pascua Ibarrola (Bermeo (Vizcaya)) ha cumplido su sueño tras más de una década de lucha. Una retirada prematura de los guantes y la portería le permitió vivir otras experiencias, todo ello con humildad y capacidad de adaptación a las circunstancias. En la actualidad, es el preparador de porteros del Real Betis Balompié, formando parte del cuerpo técnico de Quique Setién.
– ¿ Cuándo descubre Jon Pascua que una de sus mayores pasiones es el fútbol?
Más que pasión por el fútbol, que es lo que sentía cuando era jugador, desde que comencé a ser entrenador lo que siento es pasión por la demarcación de la portería y hacia todo lo relacionado con el desarrollo del talento de los porteros con los cuales trabajo. Pasión por ayudar a través del único egoísmo aceptable que, tal y como dijo Jacinto Benavente es el de “Procurar que todos estén bien para estar uno mejor”. La satisfacción que me provoca ver la evolución de los porteros en su rendimiento y su crecimiento va más allá de lo meramente futbolístico. Más que el fútbol, es ayudar lo que me mueve hacia delante, y el mundo de la portería (fútbol) es el medio. Es algo que descubrí en Sudáfrica, y que seguramente es uno de los mayores legados que me dejó mi paso por ese continente.
– Tras sufrir una retirada temprana del mundo del fútbol, ¿ qué decides hacer para retomar tu vida profesional?
Pues la verdad es que fue colgar las botas y ponerme a trabajar como estibador de buques de mercancías en el puerto de Bermeo, mi pueblo natal. Lo hacia de forma eventual, mientras buscada un trabajo más estable. En aquellos tiempos había mucha oferta de trabajo eventual, así que si uno no tenía muchos reparos en trabajar en lo que iba saliendo podía ganarse la vida. Hice de todo: Peón de cadena de producción haciendo transformadores eléctricos, piezas de automoción, caucho, etc. Trabajé también como embalador, reponedor en ruta de Cocacola, peón de almacén, grabador de datos, peón en el aeropuerto cargando y descargando maletas de los aviones… incluso pasé por un call center de telefonía. Mientras, entrenaba porteros en categorías amateur, por aquello de que quería seguir vinculado al fútbol. En cinco años conseguí dedicarme profesionalmente al entrenamiento del portero y abandonar los trabajos eventuales, y tras once años más pude dar el salto a LaLiga con el Real Betis Balompié, club en el que trabajo en la actualidad. Han sido 16 años persiguiendo un sueño, finalmente conseguido.
– Has vivido dos experiencias como preparador de porteros en Sudáfrica y Filipinas, ¿cuáles fueron las enseñanzas que aprendiste del fútbol sudafricano y filipino?
Sudáfrica y el continente africano me dotaron de una de las habilidades más importantes que uno puede tener en este mundo; la adaptación al entorno. Tal y como dijo Darwin “No sobrevive la especie más fuerte ni la más inteligente, sino la que mejor se sabe adaptar al cambio”. Me otorgó de empatía, porque en un país como Sudáfrica, tras un pasado tormentoso debido al Apartheid, hay que entrenar con el corazón. Me obligo a desatarme de creencias sobre el entrenamiento del portero y buscar las respuestas dentro de mí en vez de hacerlo fuera. Me llevo hacia la búsqueda de la esencia del entrenamiento. Me armó de paciencia y, sobre todo, me hizo ver que el fútbol para mí no era el fin sino el medio. Descubrí una forma de vivir el fútbol que me hace feliz y que realmente me apasiona. Además de que en todo este proceso (5 años) me ayudo a construir un modelo y estilo propio de entender el entrenamiento del portero. Fue un auténtico “Máster “ de autoconocimiento, y de desarrollo personal y profesional en toda regla. En Filipinas me costó descubrir cuál era la enseñanza, el por qué el fútbol me había llevado allí, pero en pocos meses lo hice. Me hizo conectarme de nuevo con lo más básico y dirigirme hacia la “esencia” del entrenamiento. Me ayudo a ordenar todo ese proceso mental que sigo de forma innata para provocar cambios en el portero. A darle un mayor orden y criterio. A cuestionarme el modelo, a criticarlo, y a salir reforzado de ese proceso. Luego a nivel personal, también me aportó muchísimo porque culturalmente era un entorno que nada tenía que ver con el de África o Europa. Situaciones vividas en Sudáfrica que me suponían mucho desgaste a nivel personal apenas ocupaban espacio en mi cabeza. Aprendí a “neutralizar” los aspectos negativos y a “amplificar” los positivos. Abandoné Filipinas siendo mejor entrenador de lo que era. Sin estas dos experiencias no sería ni el entrenador ni la persona que soy ahora. He sido un afortunado. Y ahora, mirando desde la distancia, observo que esas experiencias han aparecido en mi vida para prepararme para este momento, para el que estoy viviendo actualmente con el Real Betis Balompié en la mejor liga del mundo. Las enseñanzas y experiencias trascendieron más allá de lo deportivo, modelando una filosofía de vida.
-¿Qué tal está transcurriendo tu etapa en el Real Betis Balompié trabajando con Quique Setién?
El Betis es un club apasionado y con alma, con el que me siento muy identificado desde el primer día. Desde fuera no percibía la magnitud y dimensión de lo que es realmente este club. Tanto para lo bueno como para lo malo, con una afición tan generosa como a la vez exigente, viviendo un día a día en el que a menudo sientes que no hay término medio. Pero prefiero la emoción a vivir una vida plana. No entiendo la vida de otra manera. El secreto está en mantener el equilibrio y tener siempre los pies en el suelo. Disfrutar de los buenos momentos y apechugar en los malos. Como en la vida misma, pero entendiendo que en esto del fútbol todo se magnifica. Respecto a esto intento mantenerme “plano” en cuanto la actitud con la que vivo y afronto el día a día y, sobre todo, los resultados. Me siento un privilegiado, por hacer de una pasión un trabajo y muy agradecido de desarrollarlo con un cuerpo técnico con el que comparto filosofía, ética y valores. Y sobre todo, me siento comprometido por ese agradecimiento, tanto hacia Quique Setién y su cuerpo técnico como hacia el Real Betis, que son los que han hecho posible que yo esté aquí. Considero que estoy en el lugar correcto y con la gente apropiada. Una parte muy importante de que me encuentre muy a gusto en este club la tiene el cuerpo técnico con el que trabajo. No es sólo donde trabajas, sino con quién trabajas.
-Según tu opinión, ¿qué se debe llevar a cabo para erradicar la violencia en el deporte?
Lo primero, desde nuestra posición, es ser un ejemplo de comportamiento. Tanto dentro como fuera del campo. Los jugadores y entrenadores somos referencias, con lo que podemos condicionar y tener un impacto real en los comportamientos de la gente que está viendo o siguiendo nuestro trabajo. Los clubes deberían tener también una conciencia mayor a la hora de contratar entrenadores y buscar perfiles en los cuales lo importante no solo sea el conocimiento futbolístico, sino también la forma de transmitirlo a través de los valores. Los jóvenes jugadores son el patrimonio de los clubes y estos tienen que estar en manos de entrenadores que les ayuden también en su evolución y desarrollo personal. Los niños algún día se convertirán en referentes y en estrellas, algunos incluso lo harán también como entrenadores, y es nuestra responsabilidad enseñarles a vivir y a entender el deporte a través de los valores. Valores, por lo otro lado, que no son del deporte, ni del fútbol. Los valores son de cada uno. Es importante que nosotros, los entrenadores, seamos inspiración en todos los aspectos para el jugador.
– John Carlin siempre sostiene que el fútbol «es la tribu más numerosa del mundo». ¿Qué cambiarías del fútbol actual con respecto al que viviste bajo los palos?
Creo que el mundo del fútbol está sobrevalorado. Parece que todo el que trabaja en él es una persona feliz y esa no es la realidad. Es un mundo muy complejo, peculiar, exigente y complicado. Las cantidades económicas que se mueven son desorbitadas para lo que es la cruda realidad de la sociedad y la de otros deportes. Se magnifica todo, y se pierden la naturalidad y la autenticidad porque todo lo que se dice y se hace está cogido con pinzas. Se hacen titulares con frases sacadas de contexto con objeto de crear audiencia. No se normalizan los comportamientos y lo más anormal, en el mundo del fútbol, es ser un tipo normal. La prensa y los medios de comunicación juegan también un papel importante porque pueden condicionar la forma de pensar de muchos aficionados que no tienen un conocimiento claro o una opinión formada de lo que es la realidad y el día a día de un club, pudiéndolo orientar hacia un lado u otro. El fútbol se ha convertido en algo más que un deporte. No es que tengamos que cambiar el fútbol, lo que tenemos que hacer es cambiar nuestra manera de vivir y sentir el fútbol. No es lo que sucede, sino lo que hacemos con lo que sucede. Cambiando nuestra actitud de vivir y sentir el fútbol seguro que cambiaríamos las cosas en el fútbol. Yo lo comparo con el rugby, por ejemplo. Es también un deporte similar y de equipo, pero se mueve con mas nobleza, representando mejor los valores. El comportamiento de los jugadores de rugby en el campo es diferente, al igual que el del público. Cada uno (aficionados, jugadores, entrenadores, medios de comunicación etc..) aportamos nuestro granito de arena con nuestro comportamiento y somos parte responsable de la dirección que toma la “tribu” que cita John Carlin.
– Destacas por tener un gran compromiso social. ¿Cuál es la obra social que promueve Jon Pascua? ¿Qué sueños te quedan por cumplir?
No creo que sea una persona con un gran compromiso social, si bien es verdad que procuro mostrar la cara más normal, natural y auténtica de mi forma de vivir el fútbol a través de las publicaciones que voy realizando en mi web personal y redes sociales. Ese es quizás el gran compromiso y obra social que me mueve; el de intentar mostrar que el fútbol es también para la gente normal. Y que los que convivimos en el día a día con este deporte somos personas de carne y hueso. El fútbol es a lo que nos dedicamos y lo que hacemos, pero no es lo que somos. Personalmente soy el mismo que cuando trabajaba, por ejemplo, en las diferentes cadenas de producción como peón tras mi retirada, o cuando era entrenador de porteros en Sudáfrica o Filipinas. Nada ha cambiado, salvo mi satisfacción por alcanzar un sueño, que no necesitaba para ser feliz pero que siempre quise conseguirlo. La gente, en cambio, te trata de una manera diferente cuando trabajas en una de las mejores ligas del mundo a cuando lo haces en Sudáfrica o Filipinas. Lo que haces, tiene más relevancia. Por desgracia se nos valora más por “estar” en un sitio u otro que por “ser”, que es realmente lo que importa. En estos momentos mis energías están enfocadas en aportar mi granito de arena para que el Real Betis alcance deportivamente la grandeza y dimensión que tiene a nivel social. A demostrar al cuerpo técnico y a los dirigentes del club que tomaron la decisión correcta al contratarme. A seguir cuidando el día a día con Antonio Adán y Dani Giménez para que sigan confiando en que el trabajo que propongo les hace mejores y da valor al equipo. Y sobre todo, mis energías están también orientadas a disfrutar y a ser feliz durante el tiempo que permanezca en este club. Siempre lo digo, lo que no me hace feliz, no lo quiero. Entendiendo también que en este trabajo tenemos fecha de caducidad y que en cualquier momento, hagas bien tu trabajo o no, puedes perderlo.
Muy buena entrevista un gran abrazo desde chile, tuve la oportunidad de conocer a jon pascua en un congreso internacional en nuestro pais y conoci una gran persona,humana y nunca olvidare su alegria de vivir esta profesion…The Sky of Limit
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